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Hablemos del teatro, ese raro espécimen que se niega a morir a pesar del cine, de la televisión, de las redes y, particularmente, del terror que implica aventurarse a salir de nuestro búnker en tiempos tan extremadamente violentos como los que hoy padecemos. Hablemos de nuestro teatro, el teatro del norte, teatro de frontera, teatro emergente; hablemos del teatro en general, que a fin de cuentas no conoce de límite alguno. El teatro, aunque está en constante movimiento, es siempre el mismo: un arma, una herramienta, un vehículo, una válvula de escape, una interrogación constante, una duda, todas las dudas… Es, ante todo, provocación; es, ante todo, empatía, es ante todo, identificación con ese ser único e inigualable e irrepetible que somos cada uno de los seres humanos que habitamos, hemos habitado y habitarán el planeta tierra en tanto no lo destruyamos por completo.
 
El teatro, como la vida, es único, es efímero y por lo mismo, eterno.
 
Roberto Corella
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